¿QUÉ ES LA NEUROARQUITECTURA Y EN QUÉ NOS INFLUYE A DIARIO?
Somos seres biológicos cuyos sentidos y sistemas neuronales se han desarrollado a lo largo de millones de años para adaptarse al entorno; ello ha hecho que tengamos recursos adaptativos y comportamientos reflejos que inciden directamente en nuestra forma de ser y nuestro bienestar.
Hoy por hoy nuestros entornos occidentalizados y desarrollados, no son la jungla ni la sabana, son estructuras construidas por nosotros. Estructuras donde vivimos, trabajamos, estamos en familia y pasamos nuestras vidas. Casi el 90% de nuestras vidas las pasamos dentro de los edificios y realmente entendemos muy poco sobre cómo el entorno construido afecta a nuestro comportamiento, pensamientos, emociones y a nuestra salud.
La práctica diaria de los profesionales de la arquitectura tiene claro que debe alinear y conjugar estímulos para crear un estado de bienestar único en todos los que habitan una construcción. Así hemos pasado en los últimos años a considerar el diseño arquitectónico orientado a las personas y cada vez más al estilo de vida. Dada la complejidad de las fuerzas que componen la cognición humana, la implicación del entorno construido nos lleva hacia estados mentales casi desconocidos en algunas ocasiones.
“No hay duda alguna acerca de la influencia de la arquitectura y la estructura sobre el carácter y la acción humana. Hacemos nuestros edificios y luego ellos nos hacen. Regulan el curso de nuestras vidas“. Winston Churchill
Pero la conexión entre ambas disciplinas, neurociencia y arquitectura está cada vez más clara sin lugar a dudas; cómo nos comportamos y cómo nos afecta el entorno está íntimamente relacionado. En la arquitectura más contemporánea, hemos dado un salto en la búsqueda de un equilibrio mental, alineando espacios, estructuras, decoración y vida, conceptos más amplios y profundos que persiguen generar un estado mental de relajación. Estímulos coordinados y conjugados para generar una experiencia única y placentera.
La neurociencia también ha descubierto que nuestro cerebro tiene la capacidad de cambiar estructuralmente a través de un conjunto de procesos llamados neuroplasticidad. Este es un principio fundamental de la relación entre la neurociencia y la arquitectura, ya que la comprensión de cómo nuestro cerebro se adapta y cambia estructuralmente debido a nuestro entorno físico dará lugar a la creación de un entorno construido que es empático con las necesidades cognitivas y el bienestar de los ocupantes.
Los estudios han descubierto que la exposición a un ambiente enriquecido mejora el rendimiento en las tareas de aprendizaje dependientes del hipocampo.
"A veces el espacio no está pensado para mejorar la vida de las personas (que lo utilizan), sino para atender distintos criterios funcionales de seguridad, de resistencia de materiales, de limpieza, de mantenimiento, etc. Y un caso claro de ello es la arquitectura escolar, en la que no se ha pensado en el desarrollo de los niños", explica Susana Iñarra, doctora en Arquitectura y profesora en la Universidad Politécnica de Valencia, España.
La especialista destaca, sin embargo, que desde hace algunos años están surgiendo nuevas corrientes arquitectónicas, sobre todo en países anglosajones, para atender este déficit en el diseño escolar. Entre los cambios se incluye tratar de fomentar la libertad en el movimiento de los niños, adaptar el diseño a la altura visual de los menores e incluir espacios en los que haya contacto con la naturaleza.
Todos estos planes y modificaciones que pueden potenciar el comportamiento de una persona, así como calmar su estrés o ansiedad, surgen gracias a una reciente fusión de la neurociencia y la arquitectura. Algo que comúnmente recibe el nombre de: neuroarquitectura. Esta disciplina trata de entender cómo el espacio afecta a nuestro cerebro y en consecuencia, a nuestro estado emocional y comportamiento.
¿Cómo funciona la neuroarquitectura?
Hay espacios que nos agobian porque son muy pequeños y pueden generar determinadas tensiones y otros que sabemos que nos relajan. Esa evidencia es clara y a veces bastante obvia. Pero el estudio científico que da respuesta a estas reacciones es en realidad un área muy nueva con varias corrientes que las analizan, aunque todas comenzaron en la segunda mitad del siglo pasado.
Por ejemplo, el arquitecto sueco Roger Ulrich pudo demostrar en una investigación de ocho años en la década de 1980 que el efecto de una hermosa vista en la habitación de un hospital puede acelerar de recuperación de un paciente después de una cirugía.
"Esto fue un ejemplo de lo que se llama diseño basado en evidencias científicas", describe la profesora Iñarra. En la actualidad, el equipo de la investigadora realiza este tipo de experimentos de estudio del cerebro y la arquitectura.
"Lo que nosotros hacemos a través de un análisis muy riguroso es estudiar cuáles son los efectos del espacio en determinados aspectos de las personas. Pueden ser emocionales o comportamentales; cómo las personas se sienten y cómo se van a mover, por ejemplo", explica.
El paso a paso de los estudios comienza con identificar las emociones que se quieren resaltar en esos espacios. Y luego le siguen pruebas para determinar cómo las personas pueden responder a esas emociones aplicando determinados diseños que pueden incluir factores como colores, formas y distribución del espacio.
Entonces, primero se recrea un ambiente artificial siguiendo ciertos parámetros de diseño en los que se busca generar esas emociones y en un paso posterior se aplica en la vida real.
Una de las conclusiones claras de estos estudios psicológicos y neurofisiológicos indicaron que los tonos fríos mejoraron el rendimiento en la atención y la memoria más que los tonos cálidos.
Numerosos estudios revelan que la presencia de naturaleza relaja el estado emocional.
Observar vegetación a través de una ventana y la presencia de plantas en los interiores suele rebajar los niveles de ansiedad y de estrés. También se demostró en sitios experimentales que los techos altos propiciarían las actividades creativas y artísticas. Mientras que los techos bajos favorecerían la concentración, el trabajo rutinario y la sensación de seguridad para dormir.
La pandemia y el futuro
La pandemia de la covid-19 dejó al descubierto que nos ocupamos poco del diseño de nuestro entorno más cercano. Se ha hecho evidente que no es suficiente tal y como están diseñadas las viviendas, ya que no se soporta estar tanto tiempo en el mismo espacio sin salida al exterior. De esta experiencia queda implícita la idea de que es importante entender la importancia del diseño y de invertir en el hogar.
En países como España, o donde hay un mejor clima, y se vive en el exterior porque tenemos una cultura muy social, las personas han descuidado la calidad de su hábitat en comparación con los países donde hace más frío, donde los hogares están mejor equipados. Esto se ha hecho evidente en la pandemia.
Cada vez se avanza más en todos los sentidos, pero principalmente es el tecnológico con su infinita gama de sensores lo que parece estar dirigiéndonos hacía un nuevo tipo de hogar, mucho más automatizado y autónomo. También la decoración y la ambientación de los hogares parece cada vez más importante para una buena habitabilidad y, sobre todo, para una buena salud mental. La gran exposición que tenemos cada día a espacios idílicos gracias a las redes sociales e internet, hace que en nuestro imaginario elevemos el nivel de exigencia en nuestro entorno y la decoración de nuestro hogar marcará en gran medida la percepción que tengamos del mismo influyendo en nuestras emociones.
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